Poemas, Fotografía, Pintura, Música, Sugerencias de lectura

miércoles

Caminando hacia mi espera



Nos franquea la ternura, sigilosa,
aristas de palabras sin respuesta.

Al aire nacemos si se enraman
las miradas que acarician.

Nos enclavan terciopelo
de luz si acuchillan
las defensas de los ojos.

Solicito el vocablo
que remate tu delicia:
la piel no es benigna
si la manos no cortejan
las torres de tus senos,
no rasgan las campanas
de saliva susurrada,
creación de espumas
de un aliento peregrino
en mis dedos que averiguan,
te susurran río
de trigos sosegados
en la brisa calma
y el aroma azul
de mi gesto que te iguala. 



Atisbo de gacela insolente,
ojos de noche, sombra
de higuera deliciosa.


Arrójame tus manos y cautiva
el mutismo que te acongoja;
o dormita en mis brazos,
reducida la ofensiva
de labios, dedos como alfanjes
de luz amenazante. 


Acomoda el pacto de mis ramas,
nube y luna acrisolada,
besa el mástil que me tiembla,
dinamita el recelo de mi cuerpo,
dilema de silencios,
donde duermes y silencias:
te alejas como huella, apareces
como grama, primavera
con el fruto que tirita,
prefacio donde sueñas,
habitas, sobrevuelas
hacia un desvelo intruso
y arcaico como ingrato. 


Púlsame la luz y ahoga
el enojo de mi lento otoño,
retírame las dudas de la piel,
estalla lámpara de agua:
grato como un arroyo,
bravo como un águila:
húmeda zarpa de seda.

Atraviesa mi epidermis,
néctar de ternuras abisales,
pasadizo hacia la tregua.
Sorbí aquel limón lloroso
que cortejó de claridad la senda.

Y el sol esquía por mis ojos,
estalla como un cráter
de aurora en primavera.
Dudo el aire de tus pasos
caminando hacia mi espera.

Ramón Leal


martes

¿Es amor una certeza o un sufragio cada día?


jueves

Los sonidos que me nombran


Suave resistencia en los helechos




miércoles

Ocaso frágil en este mar de dudas



Me declinas como un ocaso frágil,
el mar cobija con silencios
el quebranto de las olas;
sobre la tarde desfallecen
incontables nubes, cada vaho
es el humo que vadea,
que me aborda presuroso
hasta sosegar en mí
del túnel a tu boca.

Abrazaste el regreso del ocaso,
sacudes mi hálito, sollozo
de sauce baldío volteando
la extrañeza del olvido.

Regresas y te ahuyentas
como el humo que en el aire
apremia la sonata del deseo.

La soledad gimotea en la duda de mis manos.
Una araucaria de fuego rodea mis ojos solitarios.

Avanzan los astros de un silencio angosto,
el cielo de la tarde aproxima el horizonte
donde aclama su túnica peregrina
el caos del gemido, que desciende de la noche.

Reconozco tu glosario de la ausencia,
sortilegio de mudez que aderezas,
mis ojos te vigían bajo luna de mordaza,
un cíclope de oropel secuaz y lastimero
y lloras y temes y recuerdas
pero tu voz, cercada, se vereda
alejando tu boca entre la escarcha
que otorga la elegía al latido del abismo.

El rocío es nostalgia de la noche,
cada nombre se aleja entre palabras.
Una ansiedad de sol prospera entre la hierba
y tú, pequeña abeja muda,
temes el impuesto retorno,
te aleja el solitario bosque atardecido .

Te ocultas y te aguarda
la nostalgia de la orilla, esteros agotados
de sol amortajados. Luz de abril.

Me lanzo acorralando al mediodía:
una estela de ópalo asalta el susurro
de tu piel en mi mano, despegada de ti.

En mis dedos crecen musgos sedentarios,
de mis ojos desertan las tristezas ,
todo mi ceño te corea con miradas;
y oscurezco como un perenne eclipse
bajo una nube suspendida y serena
por tus ojos, por tu piel alzada.

El mar ondula sus espejos,
dialogo al aliento
fugitivo de sus olas.

Hay un llanto, sonoro y frío,
de peces en su ente de cristal y agua.

Veo transitar un barco hacia ti
huyendo con mis dedos al tropiezo
de mis manos: siento el extravío
de las olas, de los musgos y las algas…
y el sigilo del azul:
y caigo al mar
en la desidia de un recuerdo.

Me declinas.
Solo, con tristeza
de azules despojados,
he acogido el regreso del ocaso.



Ramón Leal