La desnudez de la tortura,
o el martirio de estar desnudos
Nos
aterra la palabra dictadura. En ellas, si un habitante, cualquiera, es detenido
por las “fuerzas del orden”, será empujado en ese vehículo pavoroso a un cuartelillo donde la
entrada es espanto a la privación del retorno al hogar y la libertad.
Allí, una
minúscula desconfianza o estrictamente que su aspecto no agrade al mandatario
de turno bastaría para confinarte en una mazmorra por la duración que estimen
pertinente. Ello, o directamente la muerte a balazos, desaparecer en una fosa
anónima.
Quizás decidirán
que abandones tus enseres personales, sobre todo por “el riesgo de
autolesionarse”. Y entonces pasarás un tiempo en el calabozo, abandonado a tus
miedos. Como ser sensible tienes varias alternativas. Puedes maldecir al centinela
denunciando tu inocencia. Puedes mostrar tu rabia ante el muro y la sordera de
tus guardianes. También podrías doblar tu orgullo y admitir tu designación de
carnaza.
Quizás la
zozobra de hallarse al arbitrio de un tirano, bastará para suavizarte. Según el
talante moral del verdugo, el temperamento será grosero o pulido.
Si eres insurrecto
y comprometido, hallarán varias técnicas para apearte de tus vanidades. La más depurada,
y sutilmente degradante, radica en situarte bajo poderosos reflectores, y rematadamente
privado de toda prenda o vestido. Ya no es necesario practicar intimidación agresiva.
Tu desnudez física te derribará en un soplo tu propia consideración. Justo
después de un intervalo moderado, quedarás decidido a consentir la revelación que
ellos consideren, en canje por abandonar la inmundicia que te esclaviza.
¿No es cierto
que esta oscura crisis económica ha procedido parecido sobre el organismo de esta
colectividad? Como un dispositivo regulador, semejante a una dictadura. Oímos incansables
publicaciones, espacios televisivos, tertulias apocalípticas… palabras mordaces
que han instituido una calima venenosa sobre el juicio, o apreciación, de los habitantes,
encolerizados.
Aparentaría
que es un escenario dispuesto para que la desesperanza se despliegue entre
nosotros, con un resultado exterminador. Y cuyo propósito sería eliminar cualquier
tipo de respuestas ante el incierto porvenir.
Tal como
en el calabozo, este régimen, que subyace detrás de los estados, ha prohibido a
personas sin trabajo los enseres personales, quizás para que no atente contra
su vida y considere que la más ínfima prenda es un pago a su obediencia. Y al
que conserva su trabajo, como en aquel calabozo solitario, le condena a descubrir
su cuerpo despojado en el espejo de las leyes. Y entonces se circunscriben a mostrarle
esos datos que tú no entiendes, pero tiemblas. Y, como una penitencia a una
posible oposición, te despliegan sin
decoro la flamante reforma laboral. Los mandatarios te agasajarán si tu sociedad
te quebranta el salario. Ese será el indicador de que aún eres afortunado de no ser
despedido.
Aquel vecino
detenido por las “fuerzas del orden”, torturado con desnudez, se sentirá
complacido cuando su patrón le dispense cualquier prenda interior que le
permita camuflar todos sus temores.
Ramón Leal
Nada es gratuito y la experiencia nos dice que toda esta crisis, como tantas otras barbaridades, estaba diseñada desde hace tiempo. Nosotros la sufriremos y nuestros nietos sabrán el porqué.
ResponderEliminarTristemente, hoy todo parece ya, como bien expresas, previamente diseñado... Nada parece alterable hacia la solidadrida y la justicia. Nos creimos historia, le robamos la historia a esta generación... ¿Como se cambiara el tunel que atravesamos?
EliminarUn abrazo
Desesperadamente acertado. Desnudos en el ansia consumo y en enorme distancia que marcamos con aquellos que nos rodean. Solidaridad, hermosa palabra ausente de nuestro vocabulario.
ResponderEliminarAbrazos
Parece que a lo largo de los años los gobiernos siguen siendo los mismos, tal vez será porque el pueblo sigue siendo el mismo asustadizo. Ningún cambio positivo de los gobiernos ha surgido de la nada, siempre ha sido la molestia, la unidad y la solidaridad de los pueblos ante las injusticias la que moviliza los cambios, hoy es un buen momento para cambiar. Saludos
ResponderEliminarPero ya parece que hemos de luchar para que nos resten, y parece imposible sumar, aumentar el grado de solidaridad. Nos han repartidos en cajas estancas, y cada recipiente defiende sus recintos.
EliminarSaludos